miércoles, 1 de julio de 2009
"Semos optimistas"
Leo en un artículo que la Universidad de Kansas y la consultora Gallup especializada en sondeos de opinión presentaron en mayo un informe en el que queda claro que, pese a todas las adversidades, el ser humano es optimista por naturaleza. La muestra, realizada a más de 150.000 personas de 140 países (lo que para ellos es una muestra representativa del 95% de la población mundial), constató que el 95% de los encuestados opinan que los próximos cinco años de su vida serán igual de buenos o mejores que los cinco anteriores. Irlanda, Brasil, Dinamarca y Nueva Zelanda están entre los que más, y Zimbabwe, Egipto, Haití y Bulgaria entre los que menos. Me sorprende, por la cantidad de quejicas impenitentes que aguantamos en el día a día. Me reafirma, en la opinión de que la mayoría se queja por puro vicio. Aunque debo reconocer que los siempre-happy también me cargan, pero, uy, perdón, no pretendía quejarme...
Bioparc: un zoo del siglo XXI
Estuve recientemente en el zoo Bioparc de la ciudad de Valencia y me pareció un ejemplo estupendo de lo que puede ser un buen zoo. Han conseguido una buenísima inmersión del visitante y de los animales en el paisaje (que simula el África ecuatorial, la sabana africana y Madagascar), a pesar de ser un parque rodeado por la ciudad. Las especies están agrupadas por ecosistemas y uno le parece ver a los leones junto a los antílopes, aunque por supuesto hay un foso invisible entre ambos. Han conseguido también espacios desde los que se pueden observar a los animales desde perspectivas realmente sorprendentes y las instalaciones son amplias y están impolutas.
Podríamos estar hablando horas y horas sobre si los zoos son o no son necesarios y seguramente no nos pondríamos de acuerdo.
Yo voy al zoo desde que era muy pequeña. He visto parques zoológicos en varias ciudades del mundo a lo largo de los años y tuve una estrecha relación con el de de la isla de Jersey, que fue fundado por el naturalista Gerald Durrell, autor de la novela "Mi familia y otros animales". Durrell fue para mí decisivo, podría decir que encaucé mi carrera profesional, que iba por otros derroteros, hacia el mundo de la naturaleza porque sus opiniones sobre la conservación, su zoo y sus novelas me sedujeron lo suficiente como para cambiar de rumbo.
Es cierto que los zoos empezaron como colecciones de animales, sin ningún tipo de ideología conservacionista ni educativa. Eran meras prisiones donde los humanos podían observar varias especies animales fuera de su contexto y sin ningún tipo de información, simplemente por acercarse a ellos con morbo, curiosidad y sentimiento de superioridad. Pero de eso hace ya mucho tiempo y las cosas han cambiado mucho y para bien. Hoy, la mayor parte de los zoos se esfuerzan en ser una herramienta útil para la recuperación de especies en peligro de extinción y en ofrecer programas educativos para que nosotros, los Homo sapiens, intentemos mejorar nuestra relación con el medio ambiente, en concreto con la fauna, a la que nos conviene, no sólo por cuestiones éticas, sino sobre todo por razones económicas, salvaguardar para asegurarnos un futuro a largo plazo.
En los zoos del siglo XXI, los animales proceden de programas de reproducción en cautividad sujetos a rígidas normativas legales. Cuentan con la mejor alimentación posible y con buenas condiciones de espacio y de enriquecimiento de hábitat. Siguen desde luego existiendo zoos penosos, deprimentes y ajenos a lo que hablamos y espero que la ley consiga clausurarlos cuanto antes. Pero los hay que entienden que un zoo, que es carísimo de crear y mantener, cuanto mejor sea, más negocio generará.
Educar en pro de la conservación es, creo, esencial y ver los animales como se pueden observar en un buen zoológico causa impresiones difícilmente reproducibles en un documental. Además, siempre que visito uno, observo a mucha de la gente que acude a ver a los animales y no me cabe duda de que realmente, queda mucho por hacer.
Podríamos estar hablando horas y horas sobre si los zoos son o no son necesarios y seguramente no nos pondríamos de acuerdo.
Yo voy al zoo desde que era muy pequeña. He visto parques zoológicos en varias ciudades del mundo a lo largo de los años y tuve una estrecha relación con el de de la isla de Jersey, que fue fundado por el naturalista Gerald Durrell, autor de la novela "Mi familia y otros animales". Durrell fue para mí decisivo, podría decir que encaucé mi carrera profesional, que iba por otros derroteros, hacia el mundo de la naturaleza porque sus opiniones sobre la conservación, su zoo y sus novelas me sedujeron lo suficiente como para cambiar de rumbo.
Es cierto que los zoos empezaron como colecciones de animales, sin ningún tipo de ideología conservacionista ni educativa. Eran meras prisiones donde los humanos podían observar varias especies animales fuera de su contexto y sin ningún tipo de información, simplemente por acercarse a ellos con morbo, curiosidad y sentimiento de superioridad. Pero de eso hace ya mucho tiempo y las cosas han cambiado mucho y para bien. Hoy, la mayor parte de los zoos se esfuerzan en ser una herramienta útil para la recuperación de especies en peligro de extinción y en ofrecer programas educativos para que nosotros, los Homo sapiens, intentemos mejorar nuestra relación con el medio ambiente, en concreto con la fauna, a la que nos conviene, no sólo por cuestiones éticas, sino sobre todo por razones económicas, salvaguardar para asegurarnos un futuro a largo plazo.
En los zoos del siglo XXI, los animales proceden de programas de reproducción en cautividad sujetos a rígidas normativas legales. Cuentan con la mejor alimentación posible y con buenas condiciones de espacio y de enriquecimiento de hábitat. Siguen desde luego existiendo zoos penosos, deprimentes y ajenos a lo que hablamos y espero que la ley consiga clausurarlos cuanto antes. Pero los hay que entienden que un zoo, que es carísimo de crear y mantener, cuanto mejor sea, más negocio generará.
Educar en pro de la conservación es, creo, esencial y ver los animales como se pueden observar en un buen zoológico causa impresiones difícilmente reproducibles en un documental. Además, siempre que visito uno, observo a mucha de la gente que acude a ver a los animales y no me cabe duda de que realmente, queda mucho por hacer.
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