dor para irme a tomar un ibuprofeno. Cuando regreso, me ha llegado por correo electrónico una nota de prensa titulada: «Logran eliminar con ultrasonidos el ibuprofeno de las aguas contaminadas». Suelto una exclamación malsonante y me pongo a leer. Resulta que un equipo de científicos, en el que han participado investigadores del Departamento de Ingeniería Química de la Universidad de Barcelona, han creado un sistema para eliminar el ibuprofeno de las aguas de las depuradoras para evitar así que el contaminante farmacéutico llegue a ríos, lagos y mares. Y es que el problema, por decirlo de algún modo, tiene mucho desperdicio. Como ustedes ya habrán pensado alguna que otra vez, todo lo que ingerimos vuelve al medio, ya saben aquello que también es aplicable a la energía: la materia jamás desaparece, sólo se transforma. Así, además de los contaminantes que generamos a través de los procesos productivos, están los que vertemos al medio una vez nuestro cuerpo se deshace de ellos. Y no sólo nosotros, también los animales que criamos para alimentarnos. Liberamos así un sinfín de productos farmacéuticos o sus formas metabolizadas que llegan al entorno mediante la excreción, ya sea doméstica, veterinaria u hospitalaria.
Hace años que los científicos se han dado cuenta de que los medicamentos están causando extraños efectos en las especies acuáticas. Las hormonas femeninas contenidas en los anticonceptivos orales alteran genéticamente a las truchas. Los restos de antidepresivos parecen causar retraso en el desarrollo de los renacuajos. Los peces cambian de sexo a consecuencia de diferentes contaminantes. Los trazos de fragancias y perfumes intoxican al pez espada. Fabiola Méndez Arriaga, coautora del estudio, afirma que se trata de un problema sanitario a escala mundial para el que no hay todavía un marco legal definido. En fin... Tengo pis, pero casi que me espero.
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