martes, 10 de marzo de 2009

Luís Arranz


Conocí a Luís en el año 2000 en Oviedo, cuando National Geographic obtuvo el premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades. Acudió a la capital asturiana acompañando a dos “stars” de la Sociedad: el fotógrafo Nick Nichols y el biólogo Michael Fay, los cuales habían estado realizando un reportaje en el parque nacional de Zakouma, en el Chad, donde Arranz trabajaba entonces como director. Tras compartir con él una cena a la que asistieron comensales de lo más interesante, empezamos a gestar un artículo (Destino Chad, un biólogo español en Zakouma, marzo 2007) para explicar el trabajo de Luís en esas tierras africanas donde la biodiversidad está siendo diezmada por los cazadores furtivos y donde, por lo tanto, es necesario ir armado para poder repeler sus ataques. Durante sus años como director Arranz contó varios muertos entre sus guardas y por supuesto, también entre los furtivos los cuales –poca broma–se cargaron, entre 2004 y 2005,  a unos 4.000 elefantes, jugándose la vida por cuatro chavos y total, ¿para qué? Para que el marfil acabe adornando la casa de algún humano ostentoso e inmoral.
Volví a coincidir con Luís en el congreso de la Unión Internacional para la Naturaleza (UICN) que se hizo en Barcelona el pasado mes de octubre y allí empezamos a plantear el artículo sobre Garamba, donde trabaja desde enero de 2008. Aquí, además del problema del furtivismo, Arranz lidia con los guerrilleros de la LRA, los cuales, en diciembre del año pasado, atacaron las aldeas colindantes y secuestraron a más de 200 niños para convertirlos en soldados. Hace un par de meses, me contó por mail que un grupo de guardas había sido objeto de una emboscada y varios habían perdido la vida. También me explicó que uno de los niños secuestrados había conseguido escapar y que llegó al parque hecho polvo, contando unas lindezas que no quise ni imaginar.
Luís Arranz es un tipo tranquilo que habla pausadamente y que ha conseguido que la violencia que tiene a su alrededor no se le haya traducido en amargura. Es un hombre sencillo, modesto y amable. Un hombre que construye. Y lo admiro sinceramente, pero no como cuando se admira a alguien a quien se desea emular. Lo admiro precisamente porque hace un trabajo que yo no haría ni harta de vino. Porque gracias a personas como él las grandes reservas de biodiversidad de África siguen existiendo, aunque a duras y árduas penas. Y a él parece que sigue valiéndole la pena.

3 comentarios:

Unknown dijo...

Yo por gente como esta, Luis Arranz y su equipo de guardas e investigadores, me quito el sombrero. Tiene que ser un esfuerzo sobrehumano y estar dotado de un temple fuera de lo normal para no sucumbir ante el desánimo en situaciones tan tensas como el que describes. Más que investigadores parecen paramilitares intentando evitar la ocupación de un fuerte. Lo dicho: mi total admiración para ellos y seguro que no serán un caso aislado en el mundo.

Marcos G. Meider
www.mgmeider.com
www.meiderphoto.com

Eva van den Berg dijo...

Y que lo digas, Marcos, menos mal que
hay tanta diversidad de gente y de maneras de ser,
es en casos como este cuando uno más lo piensa.
Por suerte no son casos aislados, pero sí minoritarios.
Son personas además, que aman lo que hacen y que seguramente no podrían llevar un tipo de vida más,
digamos, normal.

Anónimo dijo...

He leído acerca de Luis Arranz y su trabajo el parque nacional de Garanga en el último número de National Geographic España. Soy realizador de documentales y su historia me ha parecido interesantísima. Me gustaría ponerme en contacto con él. ¿Podrías ayudarme?
Buen trabajo con el blog. Saludos.
www.albella.org