martes, 9 de noviembre de 2010

En el espejo

Vale: vivimos en una época de fuerte desencanto, empezamos a tener una edad en la que ya las hemos visto de varios colores y ahora, con una crisis que no sabemos cunado acabará, los ánimos, en general, no están para lanzar demasiados cohetes. Cierto: muchos políticos han colaborado a consolidar nuestra desilusión, son muchos los corruptos, trepas y completos incompetentes con influencias de alto nivel que han cortado el bacalao llevándose además, no el pedazo más grande, si no toda la tarta, así, de una sola vez. Los hemos criticado hasta la saciedad lo que por supuesto es lógico y comprensible. Pero me revienta la tónica general de poner a todo el personal en el mismo saco, me deprime que la mayoría de nosotros no sepa dilucidar entre unos y otros, y que ni siquiera nos paremos a dudar. No pasa solo con los políticos, parece que a la gente le reconforta pensar que todos los profesionales y los gestores son unos inútiles, ¿quizá es que esta postura nos hace sentir mejor? Creo sinceramente que hay buenos profesionales y personas de calidad en todos los ámbitos, mezclados, desde luego, con algunos indeseables y personajes nocivos a los que hay que neutralizar. También entre nosotros, los ciudadanos de a pie. También entre nosotros, los votantes. Opino que es verdad que no nos merecemos a ciertos políticos. Pero también creo que es de rigor decir que algunos políticos honestos e inteligentes no merecen tener a una masa de votantes tan proclive a la detracción ajena y tan reacia a la autocrítica.

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