Hora tras hora, día tras día, mes tras mes y año tras año. Constantemente vamos hacia alguna parte, siguiendo una trayectoria ineludible que cada uno afronta como puede. La mayoría de nosotros transita por la calle principal, empujada por las circunstancias, y son muchos los que se quedan en la cuneta antes de plantearse siquiera cual era la dirección emprendida. Algunos tratan de situarse en el plano y emprenden rutas planeadas, con distinto rango de éxito. Otros surfean al viento que mejor sopla y tratan de mantenerse en equilibrio. Pero queramos o no, todos vamos constantemente hacia algún lugar. Quizá, me digo, es mejor preguntarnos a menudo a dónde nos gustaría llegar para no dejarlo todo en manos del azar. Confiar en la suerte es una apuesta con mínimas probabilidades de éxito. Como la lotería: casi nunca toca.
-¿Me podrías indicar hacia dónde tengo que ir desde aquí?- preguntó Alicia.
-Eso depende de a dónde quieras llegar- respondió el gato.
-A mi no me importa demasiado a dónde.
-En ese caso, da igual hacia donde vayas.
-Siempre que llegue a alguna parte
-¡Oh! Siempre llegarás a alguna parte, si caminas lo bastante.
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