Un personaje interesante que también pasó por el congreso de ASPO es el canadiense Edward Schreyer. Tiene una trayectoria sencillita, el hombre. En 1958, con sólo 22 años, entró a formar parte del gobierno de la provincia canadiense de Manitoba, donde más tarde acabó dirigiendo el Nuevo Partido Democrático y ejerciendo de primer ministro. Años después estuvo al frente de Manitoba Hydro, entidad que gestiona la energía eléctrica y el gas en la provincia, fue Gobernador General de Canadá y también Comandante en Jefe del país. También fue Alto Comisionado, y como tal ha vivido en Australia, Papúa Nueva Guinea, en las Islas Salomón y en Vanuatu, donde fue embajador. Hoy es rector en la Universidad de Brandon además de director fundacional de ASPO-Canadá. Schreyer, que ha colaborado con numerosas organizaciones humanitarias y ecologistas, tiene entre sus temas de interés más relevante la economía de la energía y su impacto ambiental.
Schreyer empezó su conferencia explicando que el modelo de pensamiento imperante en naciones como Canadá y Estados Unidos, (país en el que viven 300 millones de personas que consumen el 26% de los recursos naturales del planeta), parece ser aún el legado de los primeros colonos, aquellos hombres, llamémosles intrépidos, que se desenvolvían por el mundo como si este fuera infinito. Una mentalidad, dijo, que hecha coche queda retratada en el famoso todo terreno Hummer, que puede llegar a consumir 30 litros a los 100 km y que, según el curioso régimen fiscal de Estados Unidos, puede llegar a desgravar gran parte de su carísimo precio.
Schreyer habló de la necesidad de combatir el poderío de los lobbies que gobiernan el planeta y de lo esencial que resulta limitar tanto el poder de las empresas como sus donaciones a los partidos políticos. Arguyó la urgencia de crear un fideicomisario que vele por los recursos naturales y se mostró, ante todo, optimista. Nuestras mentes lentamente evolucionan, dijo a la par que hacia referencia a Búfalo Bill, considerado todo un héroe en los albores del siglo XIX. Hoy seguramente lo hubieran puesto en la cárcel por cargarse tantos bisontes, bromeó. También recordó a Luis XV de Francia cuando dijo aquello de ”después mi el diluvio”. Hoy, aunque muchos mandatarios lo piensan… pocos lo dicen. ¡Algo es algo! A lo mejor sí que estamos progresando...
miércoles, 29 de octubre de 2008
lunes, 27 de octubre de 2008
El cénit del petróleo, a debate (consumimos 150.000 litros por segundo, y vamos a más...)
Los pasados días 20 y 21 de octubre tuvo lugar en Barcelona la séptima reunión anual de la Asociación para el Estudio del Pico del Petróleo y el Gas (The Association for the Study of Peak Oil and Gas, ASPO), una organización internacional formada por científicos y profesionales interesados en determinar la fecha y el impacto del cénit y declive de la producción de petróleo y gas causado por las restricciones en los recursos. Su misión es, según sus palabras, definir y evaluar la dotación mundial de estos combustibles fósiles, modelar el agotamiento teniendo en cuenta la demanda, la economía, la tecnología y la política y concienciar de las serias consecuencias que todo ello tiene para la humanidad.
Gracias al petróleo, de eso no hay duda, hemos podido prosperar y crear las sociedades industrializadas que hoy lideran el mundo. El PIB de los países, según explicó el profesor de la Universidad de Uppsala, Suecia, Kjell Aleklet, coordinador del Grupo de Estudios sobre el Agotamiento de los Hidrocarburos, va íntimamente ligado a ese combustible que, tal y como tenemos concebida la vida, hoy resulta imprescindible. Sin embargo, el petróleo fácilmente accesible se acaba. No se sabe con exactitud si las restricciones se harán evidentes en el año 2015 o el 2030. De hecho, según Exxon Mobil, ya se está notando un declive en el rendimiento de los yacimientos de entre un 4 y un 6% anual, mientras que la demanda no deja de aumentar. Muchos países, como por ejemplo China, en plena efervescencia en pro de la prosperidad, no cuentan con suficiente petróleo en su país. Por ello prospectan en África la cual, si no consigue gestionar sus propios recursos, jamás saldrá del agujero.
La cosa está difícil porque, según nos contó Mariano Marzo, catedrático de Estratigrafía de la UB y especialista en recursos energéticos, tampoco hay reservas suficientes de gas. En España, de la energía total que consumimos, un 20% procede del gas y un 50% del petróleo. No es que abunde en nuestro territorio: sólo nos autoabastecemos en un 0,2%. El resto lo importamos. Somos el séptimo país importador mundial de gas natural y el tercero de gas licuado. ¿A quién se lo compramos? Pues a los países de Oriente Medio y Norte de África (MENA) y Algeria. Marzo estimó el cénit del gas para de aquí a 20 años y cuestionó además la capacidad y la voluntad de un suministro a largo plazo por parte de los países MENA y Algeria.
Vale. Pues como dijo Lovelock... ¿nos hartamos a nucleares? Tampoco. Marcel Coderch, ingeniero de telecomunicaciones, habló del “espejismo nuclear”. La industria nuclear, lejos de lo que parece, está en declive. El número de centrales está estancado desde 1990. Incluso entre 2002 y 2007 el número bajó en cinco. En total, hay 439, la mayoría creadas antes de 1970. Si tenemos en cuenta que la edad media de los reactores oscila alrededor de los 22 años, aunque pueden llegar a tener una vida útil de 40 años, hacia el 2025 los reactores actuales estarán viejo, y no parece haber sustitutos suficientes. Hoy por hoy, además del rechazo del público y los problemas sin resolver –como los relativos a la seguridad, al almacenamiento de los residuos y a la proliferación nuclear– los posibles promotores de nuevas centrales se enfrentan a enormes inversiones que implican riesgos financieros excesivos. Y dependen de un recurso que tampoco es renovable.
Entonces...¿qué? Hay que parar de crecer, dice Mariano Marzo. Y Coderch, en su blog de La Vanguardia, habla de lo que ya dijo en 1848 John Stuart Mill, uno de los fundadores de la economía clásica. El pensaba que una vez la economía hubiera crecido lo suficiente para asegurar un nivel de vida digno, surgiría una economía “estacionaria” que ya no dedicaría sus esfuerzos a crecer más, si no a mejorar y dignificar lo que nos hace verdaderamente humanos. No es moco de pavo.
ASPO (www.peakoil.net) tiene representaciones nacionales en 17 países, entre ellos España, donde está vinculada a la ong AEREN (Asociación para el Estudio de los Recursos Energéticos). AEREN-ASPO puede seguirse en www.crisisenergetica.org.
Gracias al petróleo, de eso no hay duda, hemos podido prosperar y crear las sociedades industrializadas que hoy lideran el mundo. El PIB de los países, según explicó el profesor de la Universidad de Uppsala, Suecia, Kjell Aleklet, coordinador del Grupo de Estudios sobre el Agotamiento de los Hidrocarburos, va íntimamente ligado a ese combustible que, tal y como tenemos concebida la vida, hoy resulta imprescindible. Sin embargo, el petróleo fácilmente accesible se acaba. No se sabe con exactitud si las restricciones se harán evidentes en el año 2015 o el 2030. De hecho, según Exxon Mobil, ya se está notando un declive en el rendimiento de los yacimientos de entre un 4 y un 6% anual, mientras que la demanda no deja de aumentar. Muchos países, como por ejemplo China, en plena efervescencia en pro de la prosperidad, no cuentan con suficiente petróleo en su país. Por ello prospectan en África la cual, si no consigue gestionar sus propios recursos, jamás saldrá del agujero.
La cosa está difícil porque, según nos contó Mariano Marzo, catedrático de Estratigrafía de la UB y especialista en recursos energéticos, tampoco hay reservas suficientes de gas. En España, de la energía total que consumimos, un 20% procede del gas y un 50% del petróleo. No es que abunde en nuestro territorio: sólo nos autoabastecemos en un 0,2%. El resto lo importamos. Somos el séptimo país importador mundial de gas natural y el tercero de gas licuado. ¿A quién se lo compramos? Pues a los países de Oriente Medio y Norte de África (MENA) y Algeria. Marzo estimó el cénit del gas para de aquí a 20 años y cuestionó además la capacidad y la voluntad de un suministro a largo plazo por parte de los países MENA y Algeria.
Vale. Pues como dijo Lovelock... ¿nos hartamos a nucleares? Tampoco. Marcel Coderch, ingeniero de telecomunicaciones, habló del “espejismo nuclear”. La industria nuclear, lejos de lo que parece, está en declive. El número de centrales está estancado desde 1990. Incluso entre 2002 y 2007 el número bajó en cinco. En total, hay 439, la mayoría creadas antes de 1970. Si tenemos en cuenta que la edad media de los reactores oscila alrededor de los 22 años, aunque pueden llegar a tener una vida útil de 40 años, hacia el 2025 los reactores actuales estarán viejo, y no parece haber sustitutos suficientes. Hoy por hoy, además del rechazo del público y los problemas sin resolver –como los relativos a la seguridad, al almacenamiento de los residuos y a la proliferación nuclear– los posibles promotores de nuevas centrales se enfrentan a enormes inversiones que implican riesgos financieros excesivos. Y dependen de un recurso que tampoco es renovable.
Entonces...¿qué? Hay que parar de crecer, dice Mariano Marzo. Y Coderch, en su blog de La Vanguardia, habla de lo que ya dijo en 1848 John Stuart Mill, uno de los fundadores de la economía clásica. El pensaba que una vez la economía hubiera crecido lo suficiente para asegurar un nivel de vida digno, surgiría una economía “estacionaria” que ya no dedicaría sus esfuerzos a crecer más, si no a mejorar y dignificar lo que nos hace verdaderamente humanos. No es moco de pavo.
ASPO (www.peakoil.net) tiene representaciones nacionales en 17 países, entre ellos España, donde está vinculada a la ong AEREN (Asociación para el Estudio de los Recursos Energéticos). AEREN-ASPO puede seguirse en www.crisisenergetica.org.
sábado, 25 de octubre de 2008
Benidorm "experience"
He estado un par de días en Benidorm, donde he participado en un ciclo de conferencias. No había estado en esta ciudad (ni en ninguna parecida) desde que era pequeña. Es decir, hace por lo menos 30 años. Algo impresionada por lo que me iba a encontrar, pensé, mientras el avión me llevaba a Alicante, en una conversación que tuve hace tiempo con José Santamarta, director de WorldWatch en España, acerca del turismo sostenible. Él, vehemente como es, me expuso una idea interesante acerca de la supuesta sostenibilidad esgrimida por el turismo disperso, ése que busca destinos apartados, en casas rurales y demás, las cuales a menudo no tienen, por ejemplo, ni conexión al alcantarillado. Salió a relucir el extremo opuesto: Benidorm, Salou y demás. Según su opinión, este tipo de destinos “verticales”, en la que la gente se acumula en una área geográfica pequeña en edificios súper altos, suelen ser mucho más ecológicos. O por decirlo de otra manera, menos dañinos con el medio ambiente. Sus gestores pueden, además, al generar muchos ingresos, revertir parte de ellos en recuperar las aguas pluviales para el riego o en canalizar el agua de mar para abastecer los grifos lavapiés en las extensas playas, entre otras medidas de ahorro de recursos.
En eso pensaba cuando, ya en coche, avisté esos edificios que, a modo de colmenas gigantes, configuran un paisaje cuanto menos sorprendente. A pesar de estar a finales de octubre, el personal andaba en manga corta y yo, achicharrada. Por la noche, paseando al lado del mar, aluciné observando el montón de bares musicales, tiendas y restaurantes de todo tipo que, con bastante afluencia de público, permanecieron abiertos hasta las tantas de la noche, un martes a cuatro patadas del invierno. Los turistas son sobre todo jubilados, tanto nacionales como extranjeros, en especial del norte de Europa. Por la mañana, comprobé que la playa estaba repleta y el agua, de lo más transparente. Benidorm es como vivir eternamente en una ciudad de vacaciones que mantiene una temperatura media muy templada. Una ciudad de servicios y de múltiples ofertas de ocio que es como un imán para un público numerosísimo y cuyos habitantes nativos, al menos los que yo conocí, están encantados de vivir en ella. Sí, la teoría ya la sabía, pero ahora lo he comprendido. En verano, fijo que debe ser una película de terror y, aunque a mi me pareció estar en la twilight zone, la verdad es que flipé en este mundo aparte.
En eso pensaba cuando, ya en coche, avisté esos edificios que, a modo de colmenas gigantes, configuran un paisaje cuanto menos sorprendente. A pesar de estar a finales de octubre, el personal andaba en manga corta y yo, achicharrada. Por la noche, paseando al lado del mar, aluciné observando el montón de bares musicales, tiendas y restaurantes de todo tipo que, con bastante afluencia de público, permanecieron abiertos hasta las tantas de la noche, un martes a cuatro patadas del invierno. Los turistas son sobre todo jubilados, tanto nacionales como extranjeros, en especial del norte de Europa. Por la mañana, comprobé que la playa estaba repleta y el agua, de lo más transparente. Benidorm es como vivir eternamente en una ciudad de vacaciones que mantiene una temperatura media muy templada. Una ciudad de servicios y de múltiples ofertas de ocio que es como un imán para un público numerosísimo y cuyos habitantes nativos, al menos los que yo conocí, están encantados de vivir en ella. Sí, la teoría ya la sabía, pero ahora lo he comprendido. En verano, fijo que debe ser una película de terror y, aunque a mi me pareció estar en la twilight zone, la verdad es que flipé en este mundo aparte.
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